Dando inicio a su gira europea, el matrimonio Sparks –popularizado por el tema que introduce la hipnótica serie True Detective– hizo parada en la Sala Sol de Madrid el pasado 11 de octubre, regalando a los presentes historias protagonizadas por una fauna turbadora.
Si has oído hablar de The Handsome Family (THF) en el último año, seguramente la HBO sea responsable de ello, esa fábrica implacable de guiones adictivos que son constante motivo de conversación y debate en toda reunión social. Sin embargo, la evocadora Far From Any Road que abre magistralmente cada episodio de True Detective fue escrita hace más de una década. Caprichos del destino. Basta que a alguien apodado T-Bone Burnett le caiga en gracia una sola canción de tu discografía para que de repente las escuchas del resto se multipliquen exponencialmente en Spotify.
¿Motivo de odio? La mitad femenina de THF (Rennie) no guarda rencor a la arbitrariedad de ese éxito caído del cielo: “Far From Any Road –de cuya letra es autora- me sigue resultando misteriosa a día de hoy. Ése es el tipo de canciones que más me gustan: aquellas que no sé lo que significan incluso después de haber pasado varios años desde que las escribí.” A lo que añade: “Estoy increíblemente agradecida. Creo que Brett -su marido y mitad masculina de la formación- se siente un poco molesto, pero él tiene el don de descubrirle el lado negativo a casi cualquier cosa. Igualmente, estamos muy felices de que nos conozca gente nueva que nos mantenga a flote después de tanto tiempo luchando. Es un milagro venir a Madrid y llenar la sala. ¡En conciertos anteriores había cuatro gatos!”.
Far From Any Road es una canción que sigue guardando un gran misterio para mí, incluso años después de haberla escrito. Ése es el tipo de canciones que más me gustan: aquellas que no sé muy bien lo que significan.
Nadie lo diría en este sábado lluvioso, a juzgar por la vehemente acogida que recibe la pareja cuando sube al escenario. En cuestión de segundos, los ritmos country transportan a los presentes al submundo de la América profunda, donde las historias más interesantes tienen lugar bajo tierra, en moteles de carretera o en los márgenes de los caminos.
Parajes abandonados donde las serpientes campan a sus anchas mordiendo los tobillos de niñas incautas y los granjeros descubren, atónitos, agujeros sin fondo que conducen a ninguna parte. Si pudiera explicarse el imaginario de THF al lector inexperto podría decirse que es una amalgama entre realismo mágico, Spaghetti Western y la filmografía de Tim Burton, si es que alguien puede concebir algo tan bizarro. En cualquier caso, no hay nada mejor que experimentarlo por uno mismo a través de su música.
Los ritmos country transportan a los presentes al submundo de la América profunda, donde lo más interesante sucede bajo tierra, en moteles de carretera o en los márgenes de los caminos.
El público de la capital interrumpe su abstracción y sus mentes regresan momentáneamente a la acogedora sala de conciertos. La voz dulce de Rennie introduce los temas en un español macarrónico que resulta adorable, en claro contraste con la voz sombría de Brett. Se hace imposible no prestar atención a ese tono gravísimo que parece consolar a espíritus errantes que lloran su propia muerte. Y es que la muerte es, sin duda, un elemento clave en las letras de THF, así como fuente de inspiración para sus murder ballads, género practicado por otras míticas voces varoniles como las de Nick Cave o Johnny Cash. Hay que reconocerlo: lo macabro nunca había sonado tan bien desde que Rennie Sparks le pusiera letra con esa prosa tan bella y enigmática, como difícil de imitar: “Pienso en la muerte todos los días, y ello no me convierte en un ser morboso, sino que, muy al contrario, me hace entender la belleza, el milagro y la suerte fugaz que supone el estar viva en este momento. Creo, además, que el modo en que lidiamos con la despedida dice mucho sobre quiénes somos. […] Cuando oigo a la gente decir que no deberíamos recordar a Robin Williams por su suicidio, no puedo estar más en desacuerdo. Él eligió quitarse la vida, y de esa forma eligió controlar exactamente cómo sería recordado.”
A este gusto por lo trágico se une una procesión de personajes excéntricos, muchos de ellos sacados de la historia, cuya locura transitoria o misteriosa desaparición son exaltadas en sus canciones al nivel de un acto heroico, digno del mismísimo Ulises: Nikola Tesla, Mary Sweeney La Rompeventanas o Robert Wadlow, El Gigante de Illinois –a quien dedican su canción durante la actuación madrileña- se antojan como seres de una mitología fascinante y retorcida, donde tampoco se obvia la unión afectiva con los animales: “Tengo la convicción de que Tesla se convirtió al final de su vida en la persona más feliz que había sido nunca. Encontró en los pájaros el amor que nunca halló en la gente. William Burroughs también. En su último libro habla de cómo finalmente experimentó el amor cuando empezó a alimentar a unos cuantos gatos callejeros que rondaban cerca de su casa. Estos hechos redefinen, para mí, todo lo que supe sobre estos hombres, y me hace incluso quererles aún más”, asegura la compositora en un arranque de admiración hacia esos weirdos, pioneros en muchos aspectos.
La manera en que abordamos nuestra propia muerte dice mucho sobre quiénes somos realmente.
El recorrido por las vidas de extraños personajes conduce de manera inexplicable a la escritura mística. Rennie aprovecha para expresar su debilidad hacia los relatos de Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y Hildegard von Bingen. Ésta última escribió, a su juicio, algunas de las mejores canciones de amor a lo Divino. No obstante, alude a algunos de los prejuicios de aquellos virtuosos de la escritura religiosa y acaba recomendando las enseñanzas del budista Milarepa, quien vivió en completa armonía con la naturaleza: “Me siento bien recordándome a mí misma que soy una parte más de este planeta, pero creo que tendemos a pensar que, como seres humanos, somos totalmente distintos a otras especies.” […] Nuestro pensamiento en blanco y negro es una especie de ceguera con la que aún estoy luchando.”
El concierto de THF finaliza, y con él un viaje iniciático por el sur de Estados Unidos. Las luces se encienden y los madrileños trastornados toman de nuevo consciencia de la cerveza que tienen entre las manos. Algunos noctámbulos continuarán la noche bebiendo y socializando en algún garito cercano. Otros se marcharán a casa taciturnos como si hubieran sido presas de una ensoñación, pero con la certeza de que lo que han escuchado es hermoso en su perversa realidad.#
– Artículo publicado en The Way Out Magazine el 11/2014.